Desde un viejo malecón, que protegía el paseo de las olas que rompían en inhóspita playa, un niño observaba como un velero cruzaba la bocana del puerto, adentrándose en la pequeña dársena. Un marinero preparaba un cabo para amarrar la embarcación. A otro lado de la playa, justo antes del cabo, que penetraba en el mar, había una marisma donde revoleteaban algunos pájaros. Y no mucho más lejos, una pequeña franja de terreno yermo y árido precedía a una vasta ciénaga que estaba rodeada de un terreno agreste.
dimecres, 4 de maig del 2011
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