diumenge, 27 de març del 2011

Texto de San Jordi

Un aterrizaje forzoso

Todo salía a pedir de boca, las maletas preparadas, los niños en casa de los abuelos, los perros con los otros abuelos y mi mujer y yo en el avión, sentados. Yo estaba muy nervioso, y me tomé un tranquilizante. Sentí su efecto de inmediato. Estaba tan relajado, que no controlaba mi cuerpo y una pequeña cascada de babas salía de mi boca, por suerte, a mi lado se encontraba mi mujer, que no tardó en avisarme, siempre tan atenta. No tardé demasiado en dormirme. Pero el sueño duro bien poco, ya que un estruendo me despertó. Las azafatas, con su tranquilizadora voz, anunciaron que habíamos chocado con un pájaro. Yo no me lo podía creer, ¿un pájaro podría causar ese estruendo? Decidí mirar por la ventana, y pude observar un motor en llamas. De seguida, advertí a las azafatas, y me dijeron que este avión podía volar con 3 motores. Volví a mi asiento con aire calmado, e intenté conciliar el sueño. Pero de nuevo, me desperté, ya que era la hora de comer. Había dos platos a elegir: pescado o carne. Yo elegí carne, ya que no me apetecía el pescado. Después de aquel “suculento banquete”, me dirigí al baño, y al salir, vi a mucha gente vomitando, con dolor de cabeza, las azafatas no daban abasto con los medicamentos. Yo preocupado pregunté por el problema, y me dijeron que el pescado estaba en mal estado y provocaba, dolor de barriga, vómitos i mareos. De repente el avión empezó a caer. Rápidamente todos los pasajeros, se dirigieron a la cabina, allí se encontraron al piloto y al copiloto, tendidos en el suelo. Sin pensarlo, tomé los mandos, yo no sabía pilotar, y además no había ningún lugar donde aterrizar, ya que estábamos en medio del mar. De pronto apareció una pequeña isla en el horizonte y decidí aterrizar. Era más difícil que quitarle las alas a una mosca con una piedra. Pero todo fue bien y el avión se detuvo en una pequeña playa. Nada más llegar, atendimos a los enfermos y heridos, y montamos un campamento para pasar aquella noche. Al día siguiente, todo el mundo se encontraba mejor, y nos dividimos en grupos, para buscar comida y agua. Tras unas horas caminando, en busca de la preciada agua, tropezamos con una gran cascada. Cuando me acerqué, resbalé y caí al vacio. Todo estaba negro y yo no estaba mojado, excepto mi barbilla y mi camiseta. De repente, escuché una dulce voz que decía: cariño, cariño despierta que hemos llegado a Irlanda. Por suerte, todo había sido sueño. Y como no, aquella humedad que sentía eran las babas que habían mojado mi camiseta.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada

 

Sample text

Sample Text

Sample Text